España retira la fragata Méndez Nuñez del grupo del portaaviones Abraham Lincoln
Texto: Rodrigo Rodríguez Costa
El pasado 14 de Mayo la Ministra de Defensa de España, Margarita Robles, ordenaba a la fragata de la Armada F-104 Méndez Núñez abandonar la misión conjunta con la marina de los Estados Unidos escoltando al portaaviones USS Abraham Lincoln. Recordemos que la fragata acompañaba, en calidad eminentemente de escolta antiaérea, y desde el pasado abril al grupo de combate del portaaviones en su periplo de vuelta al mundo hasta su nueva base de San Diego, en un viaje que está previsto dure alrededor de siete u ocho meses en total.
La polémica por la decisión surgió prácticamente de inmediato y, como viene siendo habitual, especialmente en las redes sociales, hemos asistido a una pléyade de opiniones de todo tipo, más o menos argumentadas, y muchas de ellas con un marcado tinte de política interna y sin aportar mucho a forjar una auténtica postura de Estado.
La decisión española es sin duda una decisión soberana y desde estas líneas no podemos ni debemos criticar la decisión en sí misma, tomada por unas personas que cuentan con mucha más información de la que contamos los ciudadanos, y en consecuencia en una posición idónea para defender de la mejor manera posible los intereses del Estado. Pero lo que sí podemos y debemos criticar son las formas y la imagen mostrada, que nos afecta a todos como país.

Foto U.S. Navy/Jeremiah Bartelt
La decisión ha sido cuando menos precipitada y se da a entender entre la opinión pública mundial que ha sido tomada de manera atropellada. En primer lugar se utiliza un medio de prensa nacional, en una edición digital nocturna, para realizar la comunicación, y no uno de los muchos canales oficiales que los ministerios de Exteriores, Defensa o Presidencia disponen al efecto. En segundo lugar se hizo público que no se utilizaron con los Estados Unidos ninguno de los canales diplomáticos para comunicar la retirada, sino exclusivamente los militares, algo que ha irritado a Washington.
El hecho de haber modificado las versiones acerca de la razón oficial de la retirada en varias ocasiones no hace sino ahondar en dicha imagen de improvisación, y nada tiene que ver con la negativa española a verse arrastrada a un conflicto armado por un aliado, por muy confiable que este fuese. Hubiese sido mucho más lógico primero llevar a cabo consultas de alto nivel por parte del Ministerio de Exteriores o de Defensa de España con sus homólogos al otro lado del Atlántico, primero pidiendo explicaciones e información de inteligencia acerca de los siguientes pasos que Washington tenía previstos y con qué finalidades, y en su caso para comunicar que, en caso de un agravamiento serio de la situación, el buque español abandonaría el grupo de combate estadounidense. Ello, además de ser un procedimiento más correcto con un aliado, habría dado además tiempo a Washington a preparar argumentaciones acerca de la retirada española sin que se crease un vacío incómodo e impropio entre países amigos.
Con la precipitación se ha generado un malestar en un aliado con el que se mantienen unas excelentes relaciones, fruto de las cuales estaba la fragata integrada en uno de sus grupos de combate. Nadie puede dudar que la Armada y el Gobierno conocen a la perfección las implicaciones de escoltar a un portaaviones de la US Navy en una singladura de varios meses. ¿También tenía pensado Madrid abandonar el grupo de combate si se acercaba a aguas del Mar del Sur de China para no agraviar a Pekín? No resulta creíble el argumento de que se trataba de conmemorar la primera vuelta al mundo, argumento cuando menos pueril y vacío. El Gobierno y la opinión pública conocían el despliegue desde hacía muchos meses, y también las consecuencias de llevarlo a cabo con un buque español integrado.
Lo que el Gobierno deberá afrontar ahora son las consecuencias de esta decisión atropellada. La imagen mostrada puede poner en duda la calidad como aliado de España cuando gobierna un socialista, pues en Washington guardan un no muy grato recuerdo de la también muy apresurada retirada de las tropas españolas de Irak por parte de Zapatero en 2004, retirada por cierto criticada en su momento tanto por países a favor de aquella contienda como en contra de la misma.
Debemos estar preparados para afrontar una pérdida de apoyo de Washington a intereses españoles, o cuando menos un enfriamiento de la magnífica relación existente. Esta situación coincide además cuando Navantia se postula junto a un potente socio estadounidense como una de las opciones con más probabilidades de vender 20 fragatas similares a la Méndez Núñez a la US Navy, uno de los muchos motivos políticos, militares y técnicos para la integración de la fragata española en un grupo de combate estadounidense: testarla en operaciones reales. Tratar de cuantificar el efecto que en dicha posible venta pueda tener la retirada del buque español es un ejercicio de adivinación, pero sin duda no ha resultado positiva para los intereses españoles.
España está de nuevo en periodo de campaña electoral; si esto ha pesado en la decisión, de nuevo se habrán confundido los intereses a corto plazo con los intereses de Estado.
Concluyendo, la precipitada decisión del Gobierno ha dañado la imagen de España en la esfera internacional, algo que aprovecharán otros competidores para hacer valer su voz e intereses por encima de los nuestros, y ha puesto en peligro un contrato en el que Navantia ha trabajado e invertido sumas muy importantes, y que supondría un importante balón de oxígeno en forma de empleo, beneficios y prestigio a la firma española, como al propio país.